“Perdonar no es comprender”
En Julio de 1995, fallecía un extraordinario automovolista argentino: Juan Manuel Fangio. El país recuerda el hecho de su muerte, como un penoso acontecimiento nacional,
La valoración que merece Juan Manuel Fangio en todo argentino, no es solamente por su extraordinaria hazaña deportiva –cinco veces campeón mundial de automovilismo en fórmula 1- sino también, y especialmente, por su modestia y sus valores personales.
Fangio conservaba, todavía pasados los 80 años –vivió 84- los mismos amigos que tenía desde la época en que en su pueblo de Balcarce, soñaba con ser corredor.
Y es sin duda, señal de hombría de bien, conservar durante muchos años, los mismos vínculos.
Cuando obtuvo su primer triunfo en Europa, en San Remo en 1949, al regresar a su pueblo natal, lo esperaba, como es natural, una imponente recepción.
Durante la fiesta en su homenaje, le dijo al oído a un amigo
-¿Cómo podemos escaparnos de aquí para jugar al truco?. Esta anécdota simple, define su pureza interior.
Le molestaba el ruido, el aplauso. Todo lo que lo apartara de su sencillez natural.
Suele decirse que en las carreras de automóviles, el factor decisivo es la máquina. Fangio lo desmintió totalmente, ganando 4 de sus cinco campeonatos con autos de distintas marcas: Alfa Romeo, Mercedes Benz, Ferrari y Masserati.
Este hombre, patizambo, de mansos ojos azules, corrió su primera carrera en esta endiablada fórmula de alta velocidad, a los 36 años, edad, en que la mayoría de los pilotos de esa especialidad, dejan de correr.
Su retiro de la actividad, no surgió como consecuencia de un accidente ni de alguna enfermedad. Fue en julio de 1958. Había salido cuarto en Reims, en el Gran Premio de Francia. ¡Un buen puesto!.
Bajó del auto con su eterna sonrisa de hombre bueno y le dijo a su joven mecánico:
-No correré nunca más.
-Pero, ¿por qué maestro?.
-Porque tengo 47 años.
-Piénselo Sr. Fangio. ¡Ud. está en su plenitud deportiva!
-Mire joven; nunca creí que podría ganar un sólo título y obtuve 5 campeonatos mundiales. ¿Qué más podría obtener?. ¿Otro título para mi vanidad?. He perdido –agregaba Fangio- de gozar tantas horas con amigos, de matear con ellos, de mirar el cielo. Además sé que los triunfos, están demasiado cerca de las derrotas.
Esa misma noche un periodista le preguntaba:
-¿Cuál conceptúa su mayor victoria?.
-La de hoy, respondió Fangio.
-¿Cómo la de hoy, si Ud. salió cuarto?.
-Y digo triunfo, siguió diciendo el corredor, porque me retiro con buena salud y con docenas de amigos.
Cuando Fangio regresó definitivamente a su Balcarce, todos los notaron con la misma sobriedad en el hablar, igualmente sencillo, y tan amigo de sus amigos como al principio. Porque el siempre supo que nuestros amigos, son nuestros hermanos pero elegidos.
Por supuesto que no todas fueron flores en su vida.
Como la muerte de su acompañante y hermano espiritual, Urrutia, en un vuelco en un Gran Premio Nacional, en diciembre de 1981, a los 70 años en que le sobrevino un ataque al corazón mientras hacía una exhibición, en Dubai, un remoto principado árabe del Asia.
Pero otra vez la amistad. Juan Manuel Bordeau, su amigo, estuvo allí con él y ayudó a su recuperación. Con su sentido de la camaradería y su nobleza.
También intervino posteriormente otro amigo de Fangio, el Dr. Favaloro, aplicándole 5 bypass en una arriesgada y exitosa intervención quirúrgica.
Y este querido Juan Manuel Fangio, que supo ser un verdadero maestro de la vida, en todas sus facetas, trae a mi mente este aforismo:
“Vivir, es un oficio para especialistas”.