Estamos acercándonos a las fiestas de fin de año de Navidad y Año Nuevo. Estas siempre se celebran con gran alegría y esperanza por lo que vendrá. Con celebraciones y homenajes íntimos de situaciones y sucesos en general positivos que alguna marca han dejado en nosotros.
El 2020 tendrá la particularidad de cambiar esa lógica de los festejos. Copa a copa, deseo a deseo, abrazo logrado y abrazo perdido. Todos llevará al mismo final: la celebración del fin de un año que si algo deja de memorable, en el mejor de los casos será una remembranza negativa. Es importante recordar.
Si bien “hay recuerdos que reemplazan a las caricias”, voy notando que “nuestra afonía de hoy, va forjando nuestro canto de ayer”, presidida por la invisible y cruel batuta del covid-19 o coronavirus.
Pero él bien finalmente se impondrá y triunfarás porque “para matar un Cóndor majestuoso sólo basta una gota de veneno”. Apelo fervorosamente a la esperanza porque “se puede vivir sin realidad pero no sin ilusión”. Y por ello mismo hasta diría que “no me importa tener años, sí me importaría no tener ilusiones”.
El 2020 podríamos decir que fue el año de las pérdidas. El año del surgimiento arrasador de una pandemia tan tremenda que para hallar un registro catastrófico similar habría que regresar un siglo atrás, en el cual encontraríamos la gripe española, una pandemia nacida en el centro de Europa que cobró la vida de 50 millones de personas de diversos países del planeta. Cierto es que epidemias y pandemias son males con los que el hombre ha debido convivir a lo largo de la historia.
Por ejemplo, la poliomelitis y el sarampión han tenido a mal traer a la humanidad hasta hace poco tiempo, a pesar de que existen vacunas para su prevención.
El mundo mira con esperanza la aparición de la vacuna contra el enemigo público número 1 de hoy, que es covid-19.
Pero es necesario que esperanza no se confunda con ceguera, porque la esperanza no es magia, ni la vacuna tendrá un efecto instantáneo haciendo desaparecer los males que más nos aquejan. La vacuna contra el coronavirus debería ser una potente y eficaz herramienta qué brinde la capacidad de generar anticuerpos para que en el caso de estar expuestos al virus este genere una enfermedad sin consecuencias irreparables para la salud.
Nunca, en tantos años nuevos que he festejado, sentí tanta alegría por la esperanzadora finalización de un ciclo como el presente 2020. Estoy convencido y sereno de que nos espera un excelente 2021 y un mejor destino a todos. Por eso cierro esta nota con este aforismo final: “sembremos.. que en algún lugar nos bendecirá la lluvia”.