“Para ver el cielo, no es preciso elevar la mirada”.
Casi todos los porteños y mucha gente del interior también, saben que en el barrio de la Boca hay un antiguo y prestigioso hospital. El Hospital Argerich..
Pero no todos están al tanto de muchos detalles de la valiosa personalidad del Dr. Cosme Argerich.
Nació, este médico eminente en la Capital Federal un 26 de septiembre de 1758.
Era el primogénito de una familia de 18 hermanos.
Su padre, Francisco Argerich, español, era un prestigioso cirujano que envió a Cosme a España, a Cataluña, a estudiar Medicina.
Allí, se recibió de médico y regresó ya con 26 años, casado y con un hijo a Buenos Aires.
Tenía 36 años en 1794 cuando una epidemia de viruela en Buenos Aires, le permitió mostrar su alta aptitud profesional y especialmente su dosis de humanidad.
En ese mismo año con otros dos médicos, lo designaron para redactar las bases de un Real Colegio de Medicina y Cirugía, antecedente inmediato de la futura Facultad de Medicina.
Llegó el año 1806, y con el, la Primera Invasión Inglesa.
El Dr. Argerich tenía ya 48 años. En ese momento era jefe del hospital de la Caridad.
Y no sólo actuaba en carácter de médico sino que también empuñaba las armas. Con lo que demostró no solo su profesionalidad como patriotismo.
Una anécdota. Durante un combate, un soldado criollo había sido alcanzado por el fuego inglés. Cosme Argerich, estaba en la terraza de un edificio disparando su fusil como un soldado más.
El herido estaba en la calle tendido sobre el adoquinado.
La muerte lo acechaba. El Dr. Argerich dijo entonces a quienes lo rodeaban:
-“Bajaré a rescatarlo”, expresó con más nobleza que valentía.
-“Es que va a morir Ud. también, Dr”. le dijeron, tratando de disuadirlo.
Pero ya el -médico soldado- estaba en la calle.
Cargó sobre sus hombros al herido, mientras las balas inglesas le pasan muy cerca.
Pero logró salvar su vida y la del herido.
Tres años después, el 22 de mayo de 1810 participó en el Cabildo Abierto de ese día.
Y su voto fue –obviamente- por la caducidad del mandato de las autoridades españolas.
Triunfante la Revolución de Mayo, el gobierno en 1812 le encargó junto a otros dos patriotas la redacción de un proyecto de Estudios Generales y Educación Publica.
Con otros médicos y por pedido de la Asamblea Constituyente, transformó el Colegio de Ciencias en el Instituto Médico Militar. Fue designado su primer director.
Este resultó el primer establecimiento educacional superior que crearon las nuevas autoridades argentinas y dirigido por un nativo y contó con su conducción. Hoy ya no existe.
Y un hecho no común. Hoy dos importantes hospitales de Buenos Aires llevan su nombre. El del barrio de la Boca ya mencionado y el Hospital Militar Central, que en su acta de fundación se llama también –aunque suele omitirse- Hospital Cirujano Mayor Dr. Cosme Argerich.
Considero que es un merecido homenaje a un hombre, a un médico que honró a su patria, honró a su profesión y al ser humano.
Fue un hombre sobrio y de pocas palabras. Es que el altruismo nunca armoniza con la estridencia.
Hombre de salud siempre precaria, a los 61 años una angina de pecho acabó con su vida en 1820.
Finalizo diciendo que Argerich, tuvo siempre una mano abierta para todos. Y a una mano abierta la guía unicamente un corazón abierto.
Y un aforismo final para el Dr. Cosme Argerich.
“La obstinación por un ideal, inmuniza contra los fracasos”.