“El gran artista, nos entrega mucho más que su arte”
El 21 de abril de 1993, la mayoría de los mejicanos estarían cenando frente a sus televisores. Eran las 22 horas, la televisión oficial de TV interrumpió abruptamente su transmisión.
“El actor Mario Moreno, Cantinflas ha muerto” se oyó una voz grave.
El anuncio formal terminó allí, pero la programación ya no volvió a ser la misma. Todos los canales ignoraron su programación habitual y se dedicaron su tiempo a reproducir comentarios, entrevistas y fragmentos de las películas del cómico.
Al día siguiente, ya eran miles los que formaban cola para despedir los restos del actor en el monumental Palacio de Bellas Artes.
Incluso el presidente mexicano Salinas de Gortari, expresó: ”Este actor exaltó los valores y la dignidad de nuestro pueblo” .
“Una dignidad, agrego que impulsó a este pueblo, y a muchos otros, a llorar a este especie de payaso tan querido.
La muerte le rondaba a Mario Moreno –su verdadero nombre- desde que los médicos diagnosticaron un cáncer pulmonar, apenas cinco semanas antes.
Y el final lo sorprendió sin sus bigotes de siempre, esos que colgaban de la comisura de los labios. Y sin aquellos pantalones que permanentemente se le escurrían hasta debajo de la cintura. Despojado también de su camiseta agujereada y del sombrero barato que coronaba al personaje.
Ya no tenía puesto el disfraz con el que fabricaba sonrisas.
El célebre actor mejicano tenía 81 años, habría cumplido el 12 agosto de ese triste 1993 sus 82 años. Se permitió una broma en su lecho de moribundo
-¿Sáben que ya tengo escrito mi epitafio?. Dice:
“Parece que se ha ido, pero no es cierto”. Y tenía razón: Cantinflas no podía irse.
Algunos datos. Fue el sexto hijo de una familia de quince hermanos. Su infancia y adolescencia fueron muy humildes.
Fue lustrabotas, taxista, boxeador.
Hasta que un día –y hay días que se abren para no cerrarse más-, un circo alza su carpa en su pequeño pueblo. Está determinado su destino. Logró que lo incorporaran como payaso.
Pasaron los años. se casó, tuvo un hijo y pronto, filmó su primera película como protagonista: “Ahí está el detalle”, se llamó. Fue un éxito total. Luego casi sin pausas, 50 películas más: “El Extra”, “El Circo”, “Los Tres Mosqueteros”, (una parodia), “Gran Hotel”, y tantas otras.
Ya era un hombre de fortuna. Y allí muestra su riqueza interior. La que no puede sufrir bancarrotas. Y se dedicó a cruzadas benéficas para los pobres, de México.
Fue amigo de Sandrini –con quien filmó varias películas en México-. Ambos eran parecidos en el humor limpio, en la posibilidad de hacer reír y llorar, en el mensaje positivo en sus películas.
Tenía 55 años cuando muere su esposa, con la que vivió 30 armónicos años. Y la muerte de un ser muy querido no siempre mata. Pero siempre marca. Y a Cantinflas lo marcó.
Aunque vivió 26 años más hasta los 81 años.
Fue la suya una especie de doble muerte. Por el actor irreemplazable y por el hombre, generoso y solidario.
Y un aforismo final para el ser humano Mario Moreno y para el actor Cantinflas.
“Cuando coexisten, grandeza en el creador y talento en la creación, la inmortalidad está asegurada”.
