En la residencia de Olivos, Javier Milei evaluaba junto a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, cómo se manejó el protocolo anti cortes durante la marcha de la CGT para reclamar contra la ley ómnibus.
Pero en su cabeza el presidente ya tenía definida la primera movida fuerte en su equipo de gobierno: remover de un plumazo al estratégico superintendente de Servicios de Salud.
Ese cargo es clave para los sindicatos, porque maneja la primera línea de regulaciones del sistema de salud, que incluye a las obras sociales sindicales, la principal caja de recaudación de los gremios, y a las empresas de medicina prepaga, que están en el centro de las miradas de la gente por la desmesura de sus aumentos desde que asumió Milei.
El desplazado en cuestión era Enrique Rodríguez Chiantore, dirigente del PRO, principal experto en salud del equipo de la ministra y ex presidenta de ese partido fundado por Mauricio Macri. Milei ni siquiera hizo que le avisaran que lo desplazaba.
Chiantore se enteró de su partida porque algunos allegados lo llamaron para avisarle que algunos medios ya habían informado sobre la mala nueva: en el Boletín Oficial se publicó la designación de Gabriel Oriolo en su lugar.
Así de expeditivio es el jefe de Estado para adoptar sus cambios.
Un camino parecido recorrió hace unas horas con Guillermo Ferraro, el ministro de Infraestructura volado de un plumazo porque habló de más con la prensa. La confirmación la dio el empoderado Luis Caputo, casi 24 horas después de que el funcionario había tenido que vaciar sus cajones del área de Infraestructura. Por ahora, Caputo se quedó con todo. Él mismo lo dijo en conferencia de prensa.
Cuanto echaron a Chiantore de la Superintendencia, una especulación fue que la jugada respondía a una represalia de la Casa Rosada por el paro general de la CGT. Pero, según pudo saber Noticias Argentinas, el hombre cercano a Bullrich ni siquiera tenía contacto estrecho con algún dirigente cegetista.
Al contrario, a Héctor Daer -hombre fuerte del sindicato de la Sanidad, de buena relación con las prepagas y triunviro cegetista- en su momento no le hizo gracia alguna la designación.
Es que Bullrich no es precisamente “amiga” de los gremios, que la detestan desde el 2000, cuando era ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa.
Mucho menos la quieren los Moyano, que la llaman “Pepita la pistolera” y la desafían cada vez que tienen oportunidad.
En círculos políticos, la primera conclusión, en cambio, fue que el desplazamiento del titular de la Superintendencia respondía a la expansión en el área de un asesor del influyente jefe de Gabinete, Nicolás Posse, que logró nombrar a Gabriel Oriolo, ex alto ejecutivo de OSDE, la principal prepaga del país siempre en el centro de las miradas porque tiene casi dos millones de afiliados y hace un doble juego operando como medicina privada y, en paralelo, como obra social, cuando le conviene según las leyes.
Oriolo, quien hasta hace tres meses era director de Sistemas de OSDE, llegó junto a Claudio Stivelman como gerente general del organismo.
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El cambio en la Superintendencia que desorienta a todos
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Consultando entre quienes llevan el día a día en el mercado de la salud, la información es que Oriolo tampoco llega a ese estratégico cargo -decidirá sobre movimientos que involucran cientos de millones de pesos mensuales de la caja de los sindicatos y prepagas- como un “hombre de OSDE”.
Al contrario, fuentes consultadas por NA revelaron que Oriolo se acaba de ir “de mala manera” de OSDE, por desavenencias de fondo sobre el manejo de algunos criterios vinculados con su estratégica área, en esa prepaga con sede en el Bajo porteño.
Oriolo nunca lo dirá, ya que habría firmado un acuerdo de confidencialidad, como lo deben hacer todos los altos mandos de esa poderosa prepaga cuando se van.
A esta altura aparecen especulaciones de todo tipo en un entramado que casi nunca es puesto en foco de la opinión pública, pero que es clave para millones de usuarios de los servicios de salud, que en general nunca se ponen a pensar qué intereses se mueven detrás de los miles de millones que se aportan cada año en concepto de obras sociales.
Por ejemplo, un tema que es motivo de miradas en el nuevo entramado de poder en la Superintendencia de Salud es que la mayoría de los pesos que los trabajadores aportan -3% de sus salario bruto- a OSDE, lo hacen a través de la Obra Social de Comisarios Navales (OSOCNA).
Lo curioso es que la de Comisarios Navales es una profesión ya desaparecida que surgió a principios del siglo XX para ocuparse de las tareas administrativas en los buques, y dejó de ser obligatoria en 1994.
Sin embargo, el gremio que los agrupa -Centro de Comisarios Navales- no sólo sigue existiendo, sino que su obra social registra más de 150.000 afiliados en la Superintendencia de Servicios de Salud.
En 2023, OSOCNA recibió de ese organismo casi $1.400 millones en concepto de reintegros y subsidios. En la CGT aseguran: “OSOCNA es OSDE”.
Entonces, ¿quién influyó para nombrar a Oriolo en un cargo tan apetecible? Ahí surge el nombre de la figura más decisiva en el mercado de la salud desde hace más de 20 años: Claudio Belocopitt, el dueño de Swiss Medical Group (SMG) pero, sobre todo, de buena parte de los sanatorios privados y camas disponibles en el sistema de salud privada de la Argentina. Camas que, por ejemplo OSDE, debe alquilar cada año para brindar asistencia a sus afiliados.
Belocopitt, un incansable competidor de OSDE que preside la Unión Argentina de Salud -entidad que agrupa a todas las prepagas-, multiplicó la propiedad de sanatorios y camas de internación disponibles en el país durante las últimas dos décadas.
Es dueño de sanatorios emblemáticos en la Ciudad de Buenos Aires como la Clínica y Maternidad Suizo Argentina, el Sanatorio de Los Arcos y la Clínica Zabala, en Belgrano.
Pero también del Sanatorio Agote, la Clínica Olivos, la Clínica San Lucas (Neuquén) y la Maternidad San Lucas (Neuquén); y de SMG Seguros, SMG Life y SMG ART.
Habitué de encuentros empresariales como el Coloquio de IDEA, al influyente empresario -que viene llevando la voz cantante en todos los reclamos de aumentos y la denuncia de la delicada situación del sistema sanitario en los últimos años- desde la CGT le adjudican haber influido sobre los cambios en la Superintendencia de Salud.
Los gremialistas admiten que, si esa hipótesis es correcta, no les esperan buenos tiempos a los gremios y sus obras sociales. Y mucho menos a OSDE, claro.